martes, 2 de febrero de 2010

Perdí el mapa!









Vaya… hacía mucho tiempo que no cruzaba hacia la banda oriental por el paso de los libertadores (?). Aquí, una pequeña muestra de ambos lados de la cordillera. De Mendoza mejor ni hablar. Ha crecido desmesuradamente – como todas las grandes ciudades nomás – y en lugar de ser un punto de encuentro, se ha convertido en lo contrario. Y como el objetivo era llegar a Uruguay, reposé los huesos una noche y me las emplumé hacia Rosario, que resulta ser la ciudad más cercana para llegar a las tierras de Benedetti. Allí alcance a visitar las orillas del río Paraná y sería todo. La salud del territorio es triste. Como siempre, aquellos que se dicen dueños de la tierra sólo piensan en lucrar. Miles de kilómetros dedicados al cultivo de soja de semilla artificial, por supuesto. Después Colón, pueblo fronterizo y con aires de Pucón – o sea, balneario y lugar de vacaciones de weones con muchas lukas - y de allí a Paysandú, en el Uruguay. P’tas que hace calor. Como ya no está el horno para bollos – o los años ya me pasan la cuenta – decidí pernoctar allí. De seguro que el hotel de París – en donde se alojaba Gardel, cuando pasaba por esa ciudad – tuvo sus años de gloria. Como me contaba Tapaueco – Jorge, el payaso uruguayo que conocí en Bogotá – ya quedan pocos jóvenes en Uruguay. Muchos emigran. No alcancé a comprender la razón, pero que está lleno de viejos, está re-lleno de ellos. Me dirigí hasta Tacuarembó – la ciudad cuna de Gardel – esperando encontrar a otro uruguayo que conocí, también, en Colombia. No estaba el Bichicharrúa por allí y el número de teléfono no cuadraba. En fin, no estaba. Entonces, plan B.

Rivera es un pueblo fronterizo uruguayo, que cruzando una calle se convierte en Santana do Livramento, una ciudad en el Brasil. En esa ciudad me embarqué rumbo a Porto Alegre y al Foro Social Mundial versión décima. Como todo en Brasil, la ciudad es ¡enorme! Llegué de madrugada y bueno, no tuve alternativa y debí dormir en uno de las decenas de hoteles (?) cercanos al terminal rodoviario. Al día siguiente puse rumbo a Nova Hamburgo – ciudad satélite o dormitorio de la capital del estado Río Grande do Sul – y de allí a Lomba Grande, el lugar en donde se podía acampar por pocas lukas y la posibilidad de conocer de cerca el tan anunciado “otro mundo posible”. Lo mejor que pasó fue conocer a Sol – brasilera carioca pero habitante de Sao Paulo - y María – peruana que vive en el balneario brasilero de Camboriú – ambas artesanas y que fueron a dar por allí en busca de ganarse los porotos. Solidarias y cariñosas. Siempre las recordaré con mucho gusto. Aquí aparecen encabezando la marcha por la legalización de la maconha – aunque para mi, hacer una marcha para legalizar algo que se consume sin restricción, dentro del campamento, no tiene mucho sentido - Lleno de colores y formas estuvo el aCamPameNtO INterCONtineNtaL Da JuveNtuDe. Samba como sólo los brasileros saben hacer. Hasta que se puso a llover. Debo mencionar a la bandita rioplatense: uruguaya(o)s y argentina(o)s, todos, ellos y ellas personas de gran valor. Aunque de joven solo me va quedando alguna ropa, me acogieron con mucho cariño. Y a Lucia, una italiana a quien le costaba mucho entender “el espíritu” de la reunión. Otro mundo posible, sí. Con todos los vicios de éste. Bajón.

La lluvia me empapó el equipaje y no quedó alternativa que emigrar hacia tierras menos húmedas. Pa’ hacerla corta: desde Porto Alegre – en donde un encendedor cagón, de esos descartables cuesta más de ¡una luka chilena! – hasta Curitiba y de allí hasta la fronteriza Corumbá. El paisaje está dominado por cultivos de maiz y soja… para bio-combustibles, claro. Ni pensar en cultivar todo ese alimento para alimentar a tanta gente, meninos da rua y adultos que se acercan en todas partes pidiendo algo para comer. Latifundistas jueputas! Cagazón de calor. Pasando el Pantanal, Puerto Quijarro, en Bolivia y viajando toda la noche – en una cosa parecida a un bus de los ochenta – para llegar de madrugada hasta Santa Cruz. Otro bus parecido – y otras doce horas de viaje, sin baño – y ahorita en Cochabamba, puis!