




Volver… Había quedado en Cocha, puis! Cruzo la plaza principal – entre profetas y charlatanes; vendedores de lo imaginable y fotocopias de planes chilenos para destruir Bolivia; cursos de retórica y cuadernos con respuestas para los cursos de la educación primaria y secundaria, donde los primeros obtienen un oficio y los segundos una profesión (!) – y recorro calles que huelen a fritanga, humedad y mierda. Aquí casi todo se hace en la calle. Se almuerza fideos uchu, ranga o sillpanchos, sentado en la solera no más. Se tipean escritos de todo tipo. Se caga en bolsas plásticas – cerquita de los contenedores de basura, eso sí; mujeres y niños estirando la mano, pidiendo “una moneita” por doquier. Calles con nombres familiares: Calama, Colombia, Ecuador. Recorro la avenida Ayacucho donde carteles de ues privadas ofrecen carreras tan “útiles” como las de por acá. La telefonía celular hace su agosto… septiembre, octubre y noviembre, ofreciendo video llamadas y juguetes tecno que a los pocos meses serán basura… todo a precios módicos.
Los petardos me sacan del ensimismamiento de cuarto oscuro en el que ando. Se preparan los carnavales – poco antes de entrar en la ciudad, una bolsa con agua se estrelló en mi ventana ( que había cerrado sólo unos minutos antes… la cuevita! ) anunciándome que aquí también saben querer al amigo cuando es forastero – comentaba entre estornudos ( había quedado empapado la noche anterior ) el estudiante universitario, conductor del tocomocho que puso mi humanidad en las cercanías del Mercado de flores, en el centro antiguo de esta urbe. Aquí estoy, en el ÑawPa House (en “kechuangles”: casa vieja) entre materiales de construcción, que amononan este punto patrimonial y habitúes de esta plaza interior, que le lleva hasta restaurante hindú. Entre voces quechuas: cuñapés, humintas, k’allu y jarwi uchu. Tan cerca y tan lejos.
No aguanté más. Los huesos reclaman. Las bisagras del cuerpo sonando y el corazón huachito me indicó la ruta. Me las endilgué de vuelta al terruño natal. En busca de la compañera de los últimos años. Demasiado tiempo solo. Basta ya!
Desde Cochabamba – Cocha pa’ los amigos – agarré hacia Oruro, que estaba más caro que amante en Viña del Mar, y de ahí hasta Iquique, pasando por el altiplano boliviano, sembrado de pueblitos de barro y llamas pastando. En todo caso, Bolivia se está construyendo que llega a dar gusto. La tierra de campeones - Iquique - nunca me llamó la atención y decidí apurar el paso hacia Antofagasta. Aperrando, tomé otro pataegoma hasta santiasco, con paradas en Chañaral, Caldera, ... y después me dormí como lirón. Y ahorita ya estoy en el sure, donde se las pela lloviendo. Pero eso será parte de otra historia. Hasta vernos parceritos!